La vida está llena de posibilidades y hay que aprovecharlas.
Siempre he oído estas palabras y nunca me había parado a pensar el significado; y es que, dependiendo de las experiencias o vivencias que tengas, tu forma de ser puede verse afectada o modificada para crear un ser capaz de disfrutar de las cosas más pequeñas y más simples.
Vivimos instaurados en una monotonía que muchas veces no nos permite encontrar el camino de lo que queremos, ni mirar más allá del simple hecho de ir a trabajar, salir de jarana con los amigos, las mujeres o de los hombres…. Una vida muchas veces instauradas por una modalidad creada por el entorno que nos rodea, televisión, películas, libros, etc…
Así vivía yo, pensando que todo lo que nos enseña la vida lo podía encontrar dentro de “estas 4 paredes” (mi mundo). A todos nos llega el momento, el momento de querer más, de la necesidad de creer en la posibilidad de experimentar nuevas sensaciones mucho más sencillas que la de tomarnos una copa con los colegas.
Me habían hablado mucho de la facilidad de encontrar esas nuevas experiencias en el tradicional Camino de Santiago, pero yo reflexionaba y me pregunta: ¿qué es lo que me puede aportar recorrer una ruta da varios días, semanas o meses únicamente andando por un camino de tierra?
Debido a esa inquietud que me llevaba tiempo rondando por la cabeza decidí probar. ¿Qué es lo peor que podía pasar? ¿aburrirme?. Siempre estaba la posibilidad de darme la vuelta y volverme si lo que me iba a encontrar no era de mi agrado.
Así me decidí a tomar rumbo y a aprovechar una semanita de vacaciones para recorrerme el ultimo tramo del Camino de Santiago; 120 Km a pie, hasta llegar a la Catedral de Santiago.
Tengo que reconocer que me encontraba muy nervioso, alguien como yo, siempre rodeado de mi gente, albergaba un miedo desconocido por no saber que me esperaba en tan emocionante aventura.
Así que, compre el billete y cogí el tren desde Madrid a Sarria, último tramo del Camino de Santiago, donde por derecho puedes obtener la titulación de Peregrino. Durante estas horas de tren son mil cosas las que se te pasan por la cabeza, y donde el corazón late fuerte por ni si quiera saber donde vas a dormir o comer.
Por fin llego a Sarria, y según me bajo del tren junto a cientos de peregrinos de diferentes nacionalidades emprendemos un paso ligero para encontrar el primer alojamiento.
Uno puede elegir hasta que grado quieres vivir la experiencia; los hay que van con hotelito para descansar tranquilamente sin molestia alguna o los hay que prefieren vivir una experiencia más profunda alojándose en Albergues donde las habitaciones podían ser de 8, 15, o 40 personas.
Por mi parte, yo iba a vivir la experiencia y tampoco tenía la capacidad de poder gastarme un dineral cada noche para dormir como un príncipe, así que me puse a caminar entrando en diferentes lugares a ver cual me daba mejor impresión y podía sentirme más agusto en la primera noche.
Tal era la timidez del primer momento que me puse andar y me fui separando de la mayoría de los peregrinos que se bajaron conmigo del tren, hasta llegar casi al final del pueblo. No tenía prisa, y quería elegir un buen sitio para pasar la noche.
Por fin, lo encontré. Instalaciones limpias y con muy buen aspecto, y encima con la suerte de que la habitación en la que me asignaron, me encontraba totalmente solo (Hablo de suerte, porque a pesar de querer vivir la experiencia a fondo, una sensación de alivio recorrió mi cuerpo al verlo). Es difícilmente explicable, pero todo ese miedo se instauraba en mantener mi tranquilidad y comodidad por el momento.
Amanecí al día siguiente con una pereza tremenda, preguntándome el por qué de madrugar a las 6:30 de la mañana para andar unos 25 Km. ¿Qué necesidad había de ello?. Bueno ya que estoy aquí, vamos a por todas. Desayuné con el resto de peregrinos que se encontraban en la cafetería del Albergue, y ya me llevé mi primera buena impresión del momento. La encargada era súper amable, y con una sonrisa de oreja a oreja me ofreció una gran variedad de suministros, no solo para el desayuno sino para llevar durante el camino.
Comencé a andar, intentando disfrutar al máximo del paisaje que me rodeaba y observando en silencio la cantidad de peregrinos, sobre todo chinos, que andaban a ritmo ligero por mi misma ruta.
No tengo el tiempo ni el espacio suficiente para contaros cada una de las sensaciones de esta primera etapa, pero puedo describirlo como un buen momento para pensar, y disfrutar de un paisaje hermoso. Eso si, me hice la ruta del tirón, sin parar ni a tomar un refrigerio, y los últimos 3 km se hicieron interminables. Fue tal el ritmo, que en cuanto llegué a Portomarín, segunda parada de la aventura, me metí en el primer albergue que vi. (Portomarín se encuentra en plena montaña, y las ganas de cruzar el pueblo como en Sarria ya no existían, sólo quería sentarme a descansar).
Cual fue mi sorpresa, que para entrar en el albergue, se pasaba por dentro de un bar. Un bar donde la terraza daba a unas vistas espectaculares del embalse de Belesar y por donde circulan las aguas del río Miño. Así que me dije, ¡conseguido!. Me acerco a la barra y pido un riquísimo tinto de verano, me salgo a la terraza y me dispongo a disfrutarlo con un cigarrito de liar.
De repente, ¡ZASCA!, antes de finalizar el tinto y habiéndole dado dos simples caladas al cigarro, me entra un bajón de cuidado (Sensación como un bajonazo de azúcar importante). Intento recuperarme en la terraza, pero comienzan los sudores fríos que me avisan de que no me encuentro nada bien, por lo que salgo corriendo a pagar y a solicitar cama para poderme echar un rato.
Llego a la barra y cual es mi sorpresa que me dice la encargada que no quedan camas. Los sudores comenzaron a acompañarse por una palidez plena de mi cara… o buscaba una solución rápido o me desmayaba allí mismo. Tal debía de ser mi cara, que la encargada me ofreció una habitación particular a un precio módico de 20€, y ni corto ni perezoso saque mi billete, me dio la llave y corriendo a tumbarme en la cama. Caí desplomado.
Se que el concepto no era ese, pero no había ido a sufrir sino a disfrutar y encontrarme a mi mismo.
Me desperté a las 3 horas, es decir, llegué a Portomarín sobre las 12:30, y entre que me pedí el tinto, me hice el cigarrito y pude disfrutar de las vistas un rato antes del susto, me desperté sobre las 17 de la tarde. Un poco mejor, pero con el estómago totalmente vacío. Que horror que bajón inesperado, seguramente debido al esfuerzo tanto físico como psicológico, así que, como el que se encuentra en la mejor habitación del mundo, me puse cómodo, salí a darme una ducha (Ya que los baños eran comunes) y volví a la habitación a comerme todo lo que me había proporcionado la amable mujer del Albergue de Sarria.
Habiendo metido chicha al cuerpo, y pasado el bajón, limpito de polvo y sudor; ahora sí, me metí de nuevo en la cama (sobre las 7 de la tarde) y dormí del tirón hasta las 6 de la mañana del día siguiente.
Esa mañana, y vivida las primeras experiencias, aquello ya no era nuevo. Y arranqué la siguiente etapa con una mentalidad y tranquilidad diferente a la del primer día.
Eso me llevó a conocer a una de las personas con las que iba a compartir el resto de mi viaje, Rakhi. Si Rakhi, mujer de origen Indio y residente en Barcelona. Un amor de niña, que me ayudo a ver la vida desde otra perspectiva diferente.
¿Qué cómo la conocí? Tan simple como andando, y una mirada de complicidad por el camino hizo que entabláramos una sencilla conversación y pudiéramos aprovechar varios kilómetros juntos de risas y motivos por los que cada uno estábamos ahí. Ella sabe escuchar y yo tenía muchas ganas de hablar.
A partir de ahí, todo cambió, te das cuenta que una mentalidad abierta, una expresión de tranquilidad donde lo que prima es la amabilidad, el mirar por los demás, y el único transfondo que existe es conectar con la gente para escuchar y ser escuchado hace las delicias de cualquier ser humano.
Con Rakhi compartí el primer día, lo que para mi fue la primera toma de contacto con la autentica humanidad, con lo que de verdad llevamos dentro cada uno y que solo sale afuera cuando tu mente deja de ser una máquina para convertirse en una herramienta social a través de sentimientos y emociones.
Varios kilómetros después Rakhi se paró con otra gente que conocía y yo decidí seguir mi camino. Aún me quedaba mucho por vivir y yo no lo sabía.
Al día siguiente fue el día, el día que los conocí. Sí, conocí a los que para siempre serán mi familia del Camino de Santiago.
Andaba yo concienciado de dar un paso tras otro, las botas que me había llevado para andar, no eran las más adecuadas para realizar dicha actividad durante tanto tiempo, e iba sufriendo algunos dolores por ampollas que crecían en mis pies, cuando atisbo a lo lejos a Rakhi, acompañada de dos personas más.
Tardé en cogerles, e iba por detrás observando su complicidad, y cuando iba un poco más cerca, reconozco que mantenía el ritmo mientras prestaba atención a su conversación. Al poco rato, me decidí a alcanzarles definitivamente, y como no Rakhi hizo las debidas presentaciones.
Ahí fue donde conocí a Sergio, mi hermano, mi compañero y posiblemente a la persona que más he podido llegar a abrir mi corazón en un espacio tan corto de tiempo. Y como no, y por supuesto no puedo dejar ni por asomo fuera de esto a la tercera compañera de este viaje, alguien con más corazón que cuerpo, divertida a rabiar y que sonreía a la vida de una manera espectacular a pesar de haber pasado diferentes penurias, Bego.
Cómo puedo describiros la sensaciones y experiencias de los días que pasé con ellos. Por fin pude descubrir “La Magia del Camino”. Gente con la que en un día a día, es posible que no intercambiarías ni una palabra, seguramente porque somos completamente diferentes en muchos aspectos y porque el día a día en una vida atrapada dentro de una ciudad de ritmos infernales, no te permite tener el tiempo ni la calma para pararte a conocer a personas que tienen el mismo fondo que tu, aunque, como he dicho antes, el exterior sea completamente diferente.
Hablamos mucho, pero mucho mucho. Kilómetros y kilómetros de calma y tranquilidad donde no había prisa para nada, y donde “La Magia” hace que todo surja. Cómo personas que no conoces de nada, en 5 días juntos, podrían pertenecer a tu familia, cómo puedes vivir momentos inolvidables, o cómo pueden ayudarte a curar tus heridas, sin apenas conocerte.
Amigos, esto es el Camino de Santiago, la verdadera esencia de todo. Verdaderamente no olvidaré jamás todo esto, y sobre todo, no olvidaré jamás a mi familia del Camino.
Aún todavía me lo pregunto, cómo a escasos kilómetros de llegar a Santiago, no podía más, las botas me magullaban los pies , y ellos estaban a mi lado. De verdad que no podía dar ni un paso más, y gracias a ellos y a las magníficos tratamientos sanitarios de Sergio (enfermero de profesión). Pude alcanzar mi meta, Santiago.
Es posible que me esté repitiendo, pero gente como Sergio que llevaba un mes más que yo de ruta, Rakhi que llevaba dos semanas más y Bego que llevaba una semana; me ayudaban y no abandonaban en ningún momento para llegar juntos a la Catedral, para mi dice mucho de alguien. Cuando estás llegando al final, ves la Catedral a lo lejos, quieres llegar, quieres alcanzar tu meta, tu propósito, o el objetivo espiritual por el que habías decidido emprender esta aventura, y entendería (viviendo en una vida de egoísmo y egocentrismo como la de la ciudad) que te puedan decir, te esperamos allí que queremos llegar. Pero no, señores, esto es lo que el ser humano lleva dentro, y lo que debería primar siempre.
Gente excepcional en un mundo de locos, y tuve la gran suerte de encontrarlos.
Tras toda esta aventura, y de todo este cúmulo de emociones y vivencias, y tras pasar una noche todos juntos celebrando el éxito mi camino no termina ahí.
Me propuse, que si todo salía como tenía que salir, iba a seguir mi camino por dos días más hacia Finisterre (El fín de la tierra); y como todo salió mejor aún, al día siguiente me puse en marcha, pero eso sí, aquí en autobús. No podía ponerme las botas ni un día más.
Esta parte la quería, o mejor dicho la necesitaba para mi. Tenía que asimilar todas esas sensaciones vividas, reflexionar sobre todo aquello y encajarlo para no olvidarlo nunca; y siguiendo la dinámica de un hombre de la gran ciudad me cogí una habitación en un hotel de únicamente 8 habitaciones, con una cama gigante, agua caliente en la ducha y una terraza dando a la inmensidad del mar…increíble el lugar.
Pues aquí va mi última vivencia del camino. Tras todo lo vivido, y después de un par de horas de descanso y bien aseado, ¿sabéis que?, no paraba de preguntarme, ¿y tanto lujo para que?, jajajajaja, en mi vida, os lo juro que en mi vida había sentido esa sensación. Mi familia del camino ya no estaba conmigo y la sensación era de un gran vacío, y a pesar de tener una habitación de autentico lujo y todas las comodidades, incluido un fantástico Spa en el hotel… me faltaban cosas; cosas dentro de mi que había conocido e incorporado a mi durante toda esta aventura.
Ahí estuve un par de días, utilizando el tiempo para ver la puesta del sol, conocer las playas, recorrerme el pueblo y ordenar mis sentimientos. No puedo negar que se estaba de fábula, sería un necio mentiroso si dijera lo contrario, y además conocí a la recepcionista del hotel con la que entablé mucha conversación contándole lo vivido. Me ayudó a no sentirme tan solo después de todo; pero por fin había encontrado lo que había venido a buscar al emprender esta aventura. Era una persona diferente, con una manera de ver las cosas distinta y una perspectiva completamente contraria a como era 8 días atrás.
Definitivamente este fue mi primer viaje que cambió mi vida, y doy gracias a tusguiasdeviaje por darme la oportunidad de plasmar, de una manera breve (si breve, jajaja, podía haberlo hecho mucho más largo, pero hay cosas que me quedo para mí), este gran viaje. Y eso que sólo fue una semana, no imagino si tuviera la posibilidad de hacerlo durante más tiempo. Espero estar a tiempo de poder encontrarme de nuevo en un futuro no muy lejano.
Fdo: Héctor
Querido Hector,
Gracias por compartir tu vivencia del camino a Santiago, en dos Semanas lo haré. Incluiré Finisterre pero sin hotel de lujo.
Marino.
Hola Marino, gracias a ti por detenerte en mi post a leerlo y aprovecharlo al máximo. Espero que te valga y aproveches la experiencia a tu manera. Cada uno saca sus conclusiones y beneficios del viaje. Si tienes oportunidad, cuéntame a la vuelta cuales han sido tus impresiones. Un abrazo
Fdo: Héctor